viernes, 17 de julio de 2015

Adiós a Rafael de Cárdenas, el último gran héroe de África

Por Antonio Manzano








Conocí al entonces comandante Cárdenas de la VI Bandera, siendo yo teniente de la V, en Ceuta, allá por los años 80. Era un tipo sorprendentemente alto y robusto que destacaba de la media. Desde la distancia parecía serio pero los que le trataron de cerca coinciden en describir su carácter afable con todos y su sentido del humor. Y sobre todo destacan su gran amor por su esposa Sonsoles –que algunos de sus amigos calificaban como ‘de película’-, y por sus hijos Rafael y Sonsoles.

¿Jefe de las Fuerzas Armadas guineanas?

El destino del joven teniente Cárdenas a la Guardia Territorial de Guinea, posesión española, le llevó a puestos ubicados a varios centenares de kilómetros de la capital Bata, como Acuneram, Mongomo y Evineyong, en pleno territorio selvático. Estos destinos tenían aparejado el desempeño de las funciones de comandante militar de esa parte del territorio, delegado del gobierno y juez del distrito.

En 1967, la Guinea Española, cuyo gobierno contaba desde 1963 con una cierta autonomía, tenía una población de unos 240.000 guineanos a los que se sumaban unos 7.000 españoles entre funcionarios, militares, guardias civiles, empresarios, misioneros, etc.
El 11 de octubre de 1968, día previo al que se formalizaba la independencia de este territorio, que pasaba a llamarse Guinea Ecuatorial, hubo graves disturbios y saqueos en Bata, la capital, y el teniente Cárdenas –responsable de la seguridad del ministro Manuel Fraga- tuvo que intervenir para pacificar las calles.

Con Guinea ya independiente y soberana, el teniente Cárdenas recibió la orden del presidente Macías –antiespañol- de gobernar el distrito de Evinayong, territorio de su rival político y donde se temían disturbios porque su líder Bonifacio Ondo –proespañol- no había resultado elegido presidente.
En realidad, la Guardia Territorial española no fue disuelta de manera inmediata, como cabría esperar, incluso se dio el caso insólito de que el presidente Macías propuso personalmente al teniente Cárdenas que aceptara en nombramiento de jefe supremo de las nuevas Fuerzas Armadas de Guinea. Cárdenas, naturalmente, se negó pues entre otros factores debía renunciar a la nacionalidad española y adoptar la guineana. La radicalidad antiespañola de Macías y otros problemas llevaron a la ruptura de relaciones entre Guinea y España. Llegó, por fin la orden de repliegue de los españoles y su desarrollo fue, en palabras de su protagonista, del siguiente modo:
“Dentro de las dificultades, yo pude llevar a cabo esa misión en mi distrito. Otros compañeros quedaron retenidos y no pudieron realizarla. A lo largo de 145 kilómetros, por carreteras o más bien caminos en la selva, una caravana de varios vehículos con unas 30 personas tuvimos que atravesar poblados donde vecinos exaltados habían levantado obstáculos con bidones y troncos para impedirnos el paso. En la mayoría de ellos, rompimos las barreras con los propios vehículos. En algunos nos hicieron fuego, hasta el extremo de que cuando por fin logramos llegar a las inmediaciones de Bata llevábamos muchos la carrocería agujereada, la chapa completamente arrugada y sin cristales en los parabrisas… si salimos vivos fue por puro milagro,… la repatriación de los últimos españoles de Guinea fue uno de los episodios menos conocidos de nuestra historia reciente.”. (Fragmento de la entrevista concedida en 2009 a la Revista Militares). Esta evacuación constituyó uno de los episodios más destacados de la vida del teniente Cárdenas, que fue el último el subirse a la barca que les llevaría hasta el buque para el regreso.
Disparos en el Sahara



Pasó destinado en 1972 a la Policía Territorial del Sahara-también territorio español-, integrada por saharauis con mandos y especialistas españoles. En este territorio, y como capitán desde 1973, también tuvo que sostener tiroteos y repeler hostigamientos de los rebeldes, como en la zona del Uad Aarred El Yam –diciembre de 1973- donde hicieron prisioneros a la mayoría de los atacantes procedentes de Marruecos, en Hausa y Edchera –marzo de 1974- donde en un intenso tiroteo causaron muertos al enemigo sin tener bajas propias, y en Hausa otra vez, donde persiguieron a los atacantes, sostuvieron con ellos un tiroteo que les causó bajas y capturaron a varios.






La mayor recompensa en tiempo de paz: la Medalla del Ejército

Por su valerosa y distinguida actuación en la protección y evacuación de los españoles de Guinea y sus combates en el Sahara, el capitán Cárdenas mereció que, por el Decreto 2113/1975 del 4 de julio de 1975 (BOE n1 214 del 6 de septiembre) se le concediera “En consideración a las sobresalientes virtudes militares y profesionales…” la más alta condecoración que puede concederse en España: la Medalla del Ejército. Le fue impuesta personalmente por el entonces Príncipe de España, Don Juan Carlos, que, en funciones de Jefe del Estado –por enfermedad del general Franco- se desplazó hasta El Aaiún, en el Sahara español.

No puedo dejar de citar, en este momento, a mi compañero de la Promoción XXXIV, el teniente Luis Morejón Verdú, quien, por el Real Decreto 1453/1982 del 18 de junio (BOE nº 156), fue condecorado a título póstumo, con esta misma medalla por el sacrificio de su vida al intentar proteger a unos bañistas de una embarcación que había perdido el control y que acabó arrollándole. Quiero referirme con ello a los extraordinarios méritos que se exigen para la concesión de esta recompensa.

Por ello, cuando yo, joven teniente, veía en Ceuta al imponente comandante Cárdenas llevando su Medalla del Ejército, lo veía, aunque parecía inalcanzable, como un ejemplo a seguir, un modelo para los oficiales.

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